Alberto Szpunberg · Alejandro Güerri · Beatríz Vignoli · C. Monti · Fabián Casas · Fernanda Laguna · Francisco Avendaño · Frank Báez · J. J. Junieles · Luciana Caamaño · Marina Yuszczuk · Natalia Fortuny · Natalia Litvinova · Oscar Fariña · Osvaldo Vigna · Paula Soruco · Tomás Boasso · Wingston González · Gustavo Wojciechowski
Prólogo
Peligro inflamable reúne 19 poetas ricamente diversos. Nos lleva de viaje por lugares en los que correremos peligro de derrapar, soñar, reírnos y respirar. Cada poema tiene a su lado sus datos de origen y al final del recorrido, la información sobre los autoras.
Esta antología nos da lugar para compartir la mirada distante, los brazos unidos en este paseo por los versos y los vasos compartidos.
Las autores transitan las páginas como grandes aventureros adentrándose en las selvas de las ciudades. En las soledades acompañadas, en los nacimientos que traen las muertes. Convirtiéndose en animales que hacen zig zag para continuar su camino. No son turistas, todos pisan en este suelo las veredas en las que crecieron. Escritores y escritoras que están ahorita creando se entremezclan en un dialogo nutricio para la poesía contemporánea.
En este libro confluyen siete espacios comunes de estilos, paisajes y vivencias que nos permiten seguir disfrutando del gran abanico que nos da la literatura. Abrámoslo. Refresquémonos con palabras que alimentan, la panza, el corazón y las ganas de seguir construyendo juntas. Haciendo libros, ferias, recitales de poesía. Escribiendo, editando y auto editándonos, vendiendo, regalando, difundiendo y creando.
Agradecemos la confianza que tuvieron las autores en nosotras.
Introducción
Acá estás, en la ruta. Prendés la radio porque a veces es más lindo una canción que estar vivos. A los costados se ven vacas, aunque te preguntes: ¿de dónde habrá salido una vaca pastando entre mis libros? La tormenta cubre el día y no puede saberse la hora, pero no te preocupa. Aquí la lluvia en la ventana nos pide que le abramos un resquicio aunque sea, para ver cómo los trenes comprueban el fin del mundo y los colectivos pasan transpirados.
La mala suerte es horrible, ahora el horizonte quiere amanecer y vos sos un pedazo de papel hambriento. Entras en un parador sabiendo que nadie trae nada pequeño a un bar. Pedís cualquier cosa, el mejor plato se sirve a la hora del hambre.
Aceleras. Debe ser la señal. Cruzás un descampado. Pablito Lescano está salvando a unos pibes como un superhéroe golpeando a la policía. Todos aplaudieron cuando lo vieron pasar por el cielo, a unos metros del rastro del poema, mientras enfrente cuatro chicos se bajan de un fiat 600 con los ojos chinos.
La realidad viene con granitos. Aquí hay comedia y duele a todos, ves la sombra de un pájaro negro que vuela en círculos como satélite de nuestra desgracia. Estas acá, esperando que la poesía abra las óperas de lo mediocre. Sabiendo que en donde se asoma se abre una ventana. La fuerza de un río que crece desde adentro se describe en su sombra, ocupa los lugares que quedan vacíos, se acomoda, no invade pero avanza, no se traga verso o giro idiomático, lo mastica. De noche se pone maravillosa, es muy despiadada.
Entrás a la ciudad, asustado como un indio que come hielo, porque el túnel hace gárgaras con los autos. Ves los poemas cayendo como plumas de los balcones de los edificios, en donde cuelgan remeras como fantasmas. Vos te dedicás a inventar curiosidades en los bordes de las plazas. Las luces de la ciudad como chispas de virulana encendida, todas gritando desde un silencio a manos llenas, como solo lo haría un piano en un incendio. Cambiando el blanco de la noche, una chica se maquilla en el bondi sin darse cuenta que estaba Kerouac en el mac y todos fueron a ver. Apareció así como así, de la nada, y ya no hay como saberlo. Si fue la chica linda de menos de treinta con libros para firmar, la que no habla del tema, la que se limpia luego del beso; o si fue aquel que es tragado antes de estampar su firma, el que le anda oliendo la entrepierna a la señora.
Antes todos precisaban un psicologo, ahora piden un productor.
Te quedás a ver como las casas y los edificios se desplazan por el mar, hasta que el sol embarazado de otoño se enfría como un carozo. Te vas sin saludar, porque todo el tiempo decimos adiós. Te vas, porque también es lindo llegar a casa cuando está en silencio y que salten muppets de atrás de los muebles.
Infinitas grácias, señor Miyagi.
¿Qué hacés todavía acá? Anda, vé niñito, que acá jugamos igual, no podemos dejar de ser niños.
Este texto es un rompecabezas. Diversas frases de poemas, de los 19 autoras que participan de esta antología.
Publicado en Uncategorized